El suelo sustenta al sector agropecuario que nos alimenta a todos, pero –contra toda lógica - es el recurso con menos atención por parte de la sociedad.
No existen políticas ni leyes ni normas que le den un tratamiento integral y que contengan metas, objetivos e indicadores específicos y medibles.
El problema empieza desde la Ley 99 de 1993 y el Decreto 2811 de 1974 que son los pilares de la legislación ambiental. No le otorgan la importancia que merece. Asignan la responsabilidad a las autoridades en forma general sin definir obligaciones específicas. La Ley de Ordenamiento Territorial no señala las conexiones entre el uso de la tierra y el desgaste de los suelos, por eso las reglas para la protección no se establecen en forma explícita. Los POT, por su parte, no son utilizados para impulsar su conservación. Y los Planes de Gestión Ambiental Regional incluyen algunos proyectos cuyos resultados se relacionan con el gasto y no con los impactos de las inversiones.
Lo preocupante es que los fenómenos que afectan hoy el clima del Planeta agravan los procesos erosivos. Según la publicación del Banco Mundial “Prioridades Ambientales para la Reducción de la Pobreza en Colombia-2006”, el 23% de la superficie del país muestra una erosión alta o muy alta. Esas zonas
se extendieron con más fuerza en el lapso de 1998 a 2004 y aumentaron en 16 millones de hectáreas. Se estimó que el costo anual promedio de la degradación por la pérdida de productividad en cosechas ascendía a $1.44 billones a precios del 2006.
¿Se imagina usted cuántas toneladas de capa vegetal de su municipio terminan después de cada aguacero en los ríos y en el mar?
Las CAR tienen que iniciar una gran campaña para que la población aprenda a remediar y a prevenir el agotamiento del principal patrimonio de las actuales y futuras generaciones. Por eso en Marsella el 28 de julio, con el apoyo del programa Bosque Modelo, se realizará el Seminario de Cambio Climático y Erosión, cuyo objetivo es el de impulsar la construcción y puesta en marcha de una política para el buen uso de los suelos; que haga parte, además, del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático que los desastres de todos los días imponen con urgencia.
Si no hacemos nada, si las cosas siguen como van, esperemos la ruina de las actividades del campo en las laderas andinas.
Carlos Arturo López Ángel. Publicado en el periódico La Tarde de Pereira
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